Fue en el verano de 1980 la primera vez que viajé a Estados Unidos. Tenía 9 años y una azafata me acompañó al vuelo que me habría de llevar al Estado de la Estrella Solitaria.
Por aquel entonces no había vuelos directos entre Madrid y Dallas e Iberia era la compañía aérea española líder. Se trataba de un vuelo con trasbordo en Miami. Allí estaba yo solo en un avión, con destino a visitar a una amiga de mi madre que vivía en Fort Worth; a veinte minutos de Arlington y treinta y cuatro de Dallas.
No sabía ni qué era un Mustang, ni quién era The King of the Cool. Casi la primera vez que salía de mi casa, mi primer viaje y además internacional.
La verdad es que tuve suerte. Toda esta aventura era algo inusual para un niño en la España de los 80; se habían dado las circunstancias adecuadas, estaba en el lugar adecuado en el momento oportuno. Un amigo norteamericano de mi padre había contribuido a la organización.
Se trataba de un militar de la US Navy, First Class Petty Officer, que había luchado en la II Guerra Mundial y en la de Korea, se retiró en Londres y después pasaría a trabajar para el Servicio Civil norteamericano, primero en Gran Bretaña y después en Madrid; fue a su llegada cuando conoció a mi padre. Trabajaba en el antiguo Edificio España, que ahora están remodelando, para la OICC (Office in Charge of Construction) una rama de actividad de la ingeniería de campo para el mediterráneo, hoy en Nápoles, que entre otras cuestiones estuvo detrás de la construcción de la base aérea de Torrejón de Ardoz, entre 1954 y 1957.
El caso es que en este punto de la historia me hallaba en el aeropuerto de Miami. Un vuelo de Delta Airlines debía llevarme a Dallas. Se supone que alguien me recogería allí y me acompañaría al avión; afortunadamente, tras la espera de rigor, así ocurrió.
Tres horas después aterrizaba en Dallas y allí me estaban esperando. Eran otros años. Viajando a Estados Unidos y con visado de estancia por tiempo indefinido, nada de entrevistas en la Embajada, ni de largas colas para pasar los controles en los aeropuertos.
Ya en Dallas esta amiga me recoge y nos vamos de camino a Fort Worth en su coche… un Mustang de 1980 cabrio rojo con el interior en cuero blanco. A partir de ese momento comienzan tres meses de vacaciones inolvidables en Estados Unidos.
Se supone que la idea detrás del viaje era que aprendiera inglés pero ella, aunque había estado casada con un norteamericano, era de Bilbao; mal asunto, pero no por ella, si no por mí. Hizo todo lo posible para que yo aprendiera, incluso buscaba huecos después del trabajo para hablarme en inglés, pero yo como el que oía llover.
No obstante, oído sí cogí; veía mucha televisión, aunque no me enteraba de lo que decían. Acababa entendiendo el significado de las frases a partir de lo que sucedía en la pantalla. Cosas increíbles, televisión en color, series que nunca había visto, programas desconocidos. Estaba alucinado, para mí era como un parque de atracciones.
El mejor momento del día era cuando me montaba en ese coche e íbamos a Dallas a recogerla a la salida de su trabajo en Neiman Marcus. Eran viajes que me parecían interminables, por autopistas inmensas e infinitas, en uno de los veranos más calurosos de la época. Escuchando a Christopher Cross, el sonido del motor y con el viento caliente en la cara – Ride like the wind; número uno en listas aquel verano. JcPenney, Six Flags over Texas, McDonald’s, daba igual el sitio; el caso era estar dentro de ese coche, aunque fuera para ir a la vuelta de la esquina a por una coca-cola. Así pasó ese verano.
De vuelta ya en Madrid la vida siguió, pero esos recuerdos quedaron en mi cabeza. Después mucho cine, películas de la época y clásicos; muchos clásicos. Descubrí que había dos King of the Cool: Steve McQueen y Dean Martin. Y llegó Bullitt. La primera vez me gustó la película por McQueen, igual que Los siete magníficos y la Gran evasión. La vi un montón de veces, hasta que un día fui consciente del ruido del motor. Y entonces descubrí que el coche era el verdadero protagonista; un Mustang otra vez: un Fastback del 68, código S (motor 390 c.i. de 320 hp), cuatro velocidades, en color Dark Highland Green. Algún día tenía que tener un coche así.
De repente años después algo imposible. Un día viendo un anuncio, McQueen apareció de nuevo en televisión. Steve volvía a Bullitt para conducir por las calles de San Francisco en 1991, aunque en un Ford Puma a pesar de haber fallecido a finales de 1980. Era la primera vez que veía efectos CGI superpuestos sobre una ambientación rodada con posterioridad; el resultado era espectacular. Era algo mágico y a la vez imposible, pero no podías dejar de verlo. Y al final del anuncio, el Puma y el Mustang, ambos con la misma matrícula, compartían espacio en el garaje.
Esta estrategia la repetiría Ford en 2004 para la presentación de la carrocería de la quinta generación del Mustang que se lanzaría al año próximo y duraría hasta 2009. En esta ocasión, Steve salía de un campo de maíz transformado en un circuito de carreras, al estilo de Campo de sueños, para conducir el nuevo Mustang. Una vez más, impresionante. Ya estaba decidido: tendría mi Mustang.
Primero vi la posibilidad de hacerme con un Fastback del 68. Contacté con Mustangs Only en la ciudad de Culver, California. Me construían una réplica hasta el último detalle, pero no me podía permitir el precio. Así que seguí indagando. Descubrí que Ford había producido una edición aniversario en la carrocería de 2001; y posteriormente una edición conmemorativa de los 40 años para el modelo del 2008. Ese era mi objetivo. Ahora faltaba la segunda parte: traerlo a España.
Había alguna unidad a la venta en Europa, pero no en España. Así que contacté con un importador, a quien le hice el encargo de traerme mi Mustang en agosto de 2009. Al poco tiempo me estaba enviando las fotos de uno prácticamente nuevo; con 5.429 millas, procedente de Illinois, matriculado en enero de 2008 y con un único dueño anterior. Tras mucha incertidumbre, en noviembre de 2009 llegó al puerto de Valencia y en diciembre estaba viajando desde Madrid en tren para traerlo a casa.
Aquí es donde comenzó la aventura… Mustang is life! Mustang es vida!
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