Mustangs in Action en el Real Monasterio de Santa María de El Paular
Esta joya arquitectónica, ahora restaurada y visitable, monumento bien de interés cultural (1876), comenzó su construcción en 1390 bajo el mandato de Enrique II de Castilla. Fue monasterio cartujo hasta el siglo XIX; y, posteriormente, fue cedido en usufructo a la Orden Benedictina el 31 de diciembre de 1948, poblándose en 1954 con monjes de la abadía de Valvanera (La Rioja). Hoy en día el monasterio luce todo su esplendor en comunión con el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama.
Al poco de acceder a sus muros ya podemos contemplar su claustro mayor y en visita autoguiada aprender, a través de distinto material audiovisual, sobre sus orígenes y del laborioso proceso de restauración hasta su aspecto actual. Las antiguas celdas de los monjes cartujos, también restauradas de forma exquisita, sirven de espacio para un conjunto de exposiciones artísticas temporales durante todo el año.
Pero si hay dos tesoros por antonomasia en el monasterio son, por una parte, la serie cartujana, obra maestra pintada por el florentino Vicente Carducho entre los años 1626 a 1632 por encargo del prior Juan de Baeza; y por otra, su zona monástica.
La serie cartujana
La serie cartujana, compuesta originalmente por 56 lienzos de gran tamaño (9 m2) - dos de los cuadros fueron destruidos durante la guerra civil -, nos muestra la vida del fundador de la orden, san Bruno de Colonia (1035-1101). Dada la dificultad para almacenarla por su tamaño, la serie se dispersó por distintos museos e instituciones del país, hasta que en 2002 se inició un proceso de restauración que en la actualidad permite contemplar la obra en el esplendor de su conjunto, en el lugar para el que fue concebida.
Las ventisiete primeras imágenes cuentan la vida de san Bruno desde el momento que declina ser arzobispo y se retira a los montes de la Chartreuse (Francia), hasta su muerte y el primer milagro póstumo. El segundo grupo narra la vida de la Orden de los Cartujos: retiro a paisajes solitarios, vida de humildad, mortificación y penitencia. El ciclo se cierra con un grupo de escenas “heróicas” sobre la persecución y martirio padecidos por la orden entre los siglos XV y XVI. Toda la obra recoge los ejes de la religiosidad del barroco: la oración, el martirio, los milagros y las visiones extáticas.
Termina la misa y de la mano de las explicaciones del hermano Martín, que sabe y siente cada rincón del monasterio, tenemos el privilegio de adentrarnos en esta joya histórica y cultural. Martín descubrió su vocación hace más de 40 años, en unas vacaciones de 1977, cuando volvía de Alemania donde emigró para trabajar y desde entonces ejerce como monje.
La zona monástica
En la iglesia, terminada durante el reinado de Isabel la Católica (1475-1504), destacan sin duda; la reja que separa los fieles de los monjes, realizada por el monje cartujo Francisco de Salamanca; la sillería del coro tallada en nogal en el siglo XVI por Bartolomé Fernández, que fue repuesta en su ubicación original en 2003 desde la basílica de San Francisco el Grande de Madrid; y, sobre todo, el también restaurado retablo mayor, del siglo XV, en alabastro policromado, que recrea diecisiete escenas de la biblia. La sala capitular, el tabernáculo con sus espectaculares mármoles, y el refectorio complementan un conjunto monumental absolutamente impresionante.
Merece la pena disfrutar de este tesoro en pleno paraíso de la sierra madrileña. ¡Espectacular, no… lo siguiente!!!
Agradecimientos
Queremos agradecer la colaboración inestimable para la realización de este evento a la congregación benedictina de monjes de Santa María de El Paular, a su padre prior y, especialmente, al hermano Martín nuestro guía de excepción en la visita por mostrarnos los tesoros escondidos del monasterio. A todos, ¡gracias!
Banda sonora del artículo
Una visita como esta merece una música excepcional que esté a la altura de la belleza y la paz que inspiran el monasterio de Santa María de El Paular.
Para ello, nada mejor que una de las composiciones más recordadas del maestro Ennio Morricone para la banda sonora de la película “La misión (1986)”, dirigida por él mismo. Igual que el sonido del oboe del hermano Gabriel en la selva nos acercaba a su mensaje, así nos transporta esta melodía por el sendero que nos lleva hasta el monasterio. Un camino de belleza, de inspiración y también de iluminación.
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